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El control de estabilidad, también conocido como ESP o ESC por sus siglas en inglés, es un sistema de seguridad activa que ayuda a mantener el control del vehículo en situaciones de pérdida de tracción. Vamos a ver cuál es su funcionamiento, importancia y beneficios para la seguridad vial.
Puede tener muchos nombres, pues cada marca elige la denominación que más se ajusta a sus necesidades comerciales. Pero, en cualquier caso, el control de estabilidad está presente en todos los turismos y vehículos ligeros nuevos desde que se hiciera obligatorio en todos los países de la Unión Europea a partir del 1 de noviembre de 2014.
Bosch, en colaboración con Mercedes-Benz, desarrolló este sistema en 1995 y fue comercializado en el Clase S por primera vez bajo la denominación ESP.
Aunque se estima que el control de estabilidad reduce los accidentes mortales hasta en un 49 %, sería un error considerar que es infalible
El «Electronic Stability Program» (ESP), «Electronic Stability Control» (ESC), «Dynamic Stability Control» (DSC), «Dynamic Stability and Traction Control» (DSTC), «Vehicle Stability Assist» (VSA) o «Vehicle Stability Control» (VSC), según el fabricante, es un sistema electrónico que trabaja conjuntamente con el ABS y el control de tracción.
A través de la comparación entre la trayectoria real que sigue el vehículo y la que el conductor desea que lleve en un rango de unas 25 veces por segundo, el control de estabilidad actúa para evitar o minimizar una pérdida de control del mismo.
Esto sucede cuando el conductor traza una curva o realiza una maniobra de emergencia para evitar impactar contra otros vehículos, objetos situados en la carretera o cualquier otra circunstancia que le obligue a variar la trayectoria de manera brusca y precipitada.
A la hora de realizar un giro de volante, el coche se ve desplazado hacia el exterior por la fuerza centrífuga, que debe ser contrarrestada por el agarre de los neumáticos. Pero las características de los mismos, así como del vehículo y las condiciones de la calzada pueden propiciar que el coche subvire o sobrevire, es decir, pierda agarre del eje delantero o trasero.
La consecuencia de ello es que la trayectoria se abrirá o cerrará, pudiendo incluso provocar una salida de la calzada o un giro sobre sí mismo del vehículo, lo que comúnmente conocemos como trompo.
El control de estabilidad entra en acción para corregir dicha desviación de la trayectoria e impedir una pérdida de control del vehículo. Para ello, determina:
Si la desviación es consecuencia de un subviraje, frena la rueda trasera interior. Si por el contrario lo que experimentamos es sobreviraje, frena la rueda delantera exterior. Incluso puede reducir la velocidad general del vehículo cuando esta es excesiva e impide el control de la situación.
Aunque se estima que el control de estabilidad reduce los accidentes mortales hasta un 49%, así como que se podrían evitar el 80% de los accidentes con derrapes gracias a este sistema, lo cierto es que sería un error considerar que es infalible.
Disminuye el riesgo o la gravedad de un accidente en determinadas circunstancias y cuánto más natural sea el comportamiento del conductor, más efectivo será, pues el sistema contribuye a mantener la trayectoria marcada por el conductor en diversas situaciones, pero no puede contrarrestar las leyes físicas si los límites de estas se sobrepasan.
El sistema de estabilidad no nos permitirá aumentar la velocidad por encima de lo permitido o aconsejable, pues no deja de tener sus limitaciones, y tampoco podrá contrarrestar un mantenimiento deficiente de los neumáticos y otros elementos del vehículo.
Finalmente, todo vehículo dotado de control de estabilidad cuenta con un dispositivo de desconexión para situaciones que así lo aconsejen (cuando nos quedamos encallados en barro o nieve, por ejemplo), pero por norma general debe estar conectado de manera permanente.
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