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La dirección del coche es el sistema que permite al conductor controlar la dirección del vehículo. Desde la dirección mecánica hasta la asistida eléctricamente, este sistema ha evolucionado para ofrecer mayor precisión y comodidad al conducir.

El sistema de dirección de un vehículo consta de un conjunto de mecanismos y tiene como función permitir al conductor manejar las ruedas directrices de modo que este pueda controlar la trayectoria del mismo con precisión y sin esfuerzo.
Para conseguirlo, el conductor maneja el volante, pero este es sólo uno de los numerosos elementos que conforman la dirección. El mencionado volante, va unido a la barra de dirección, que a su vez conecta con la caja de dirección. Esta es la encargada, finalmente, de transmitir el giro al eje de las ruedas a través de una serie de engranajes.
En la actualidad, los volantes son mucho más que un simple aro con el que girar y, de igual modo, la barra de dirección ya no es la simple barra de antaño, sino que está formada por varios elementos que permiten una mejor direccionalidad, así como menor esfuerzo y protección en caso de accidente (al ser deformable).
Un buen sistema de dirección debe proporcionar seguridad y fiabilidad, además de suavidad, precisión y capacidad de absorción de las irregularidades del terreno, permitiendo así al conductor no sufrir las consecuencias de las mismas y poder conducir justo por dónde necesita.

En función de la complejidad, precisión o coste que el fabricante del vehículo pretenda conseguir, puede optar por diversos tipos de dirección:
El indicio más habitual de un problema en la dirección es que esta vibre, en cuyo caso es importante atajar el problema lo antes posible para no comprometer nuestra seguridad y la del resto de ocupantes de la vía.
Por lo general, la vibración la detectamos una vez que el vehículo ha adquirido velocidad, creciendo dicho efecto a medida que vamos más rápido. Ello, además de hacernos sentir más incómodos y provocar pérdida de precisión a la hora de marcar una trayectoria, propicia que los neumáticos pierdan agarre al impedir que asienten correctamente sobre la calzada.
En muchas ocasiones, este problema no viene dado por el sistema de dirección en sí, sino por un desajuste de los neumáticos, que o bien cuentan con un desgaste irregular, o bien el equilibrado es defectuoso. Un buen modo de comprobarlo es ver si la dirección se mueve hacia uno de los dos lados al soltar el volante en un tramo recto y bien pavimentado.
Además, el mimbreo de la dirección puede deberse a otras causas:
Independientemente de la causa, lo mejor es acudir a un taller mecánico en el que verifiquen el problema y nos ofrezcan soluciones, pues no se trata de un problema que podamos dejar pasar a consecuencia de su poca importancia.

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