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OpiniónConmigo no cuentes, Daniil

La conveniencia o no del uso del HALO ha levantado mucha polémica en los últimos meses y ha sacado a la luz dos bandos muy definidos: el que aboga por la esencia de las carreras y la asunción del peligro que ello conlleva, contra el que defiende que la seguridad nunca sobra y se debe aspirar a más en todo momento.

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Publicado: 23/07/2016 12:30

Reconozco que me he sentido algo dolido con las declaraciones de Daniil Kvyat sobre la conveniencia del uso del HALO en la Fórmula 1. Este es un tema en el que intento no pronunciarme porque existe una diferencia primordial con respecto a los que son puramente deportivos o técnicos: está en juego la seguridad del piloto.

Son los pilotos quienes se juegan la vida y no nosotros, que disfrutamos de las carreras en gran medida gracias a ellos. Por tanto, cuando se inició el debate sobre si debía adoptarse el HALO -la solución de Ferrari- o el Aeroscreen -la solución de Red Bull-, me mantuve al margen por la sencilla razón de que considero que no tenemos la información suficiente como para decidir qué opción es mejor. Sólo ellos saben qué se siente al introducirse en el monoplaza con uno de estos dispositivos instalados, qué visibilidad hay al salir a pista y cómo de complicado puede resultar salir del coche cuando es necesario.

Y no puedo más que respetar que pilotos como Lewis Hamilton o Daniil Kvyat prefieran anteponer el componente de riesgo a la búsqueda total de la seguridad, por poco que me guste. Al fin y al cabo, son ellos quienes se van a ver afectados (relativamente, ni corren solos ni están solos en el mundo: cuentan con seres queridos a su alrededor que disfrutan con sus logros y sufren con sus accidentes).

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En definitiva, por muy en contra que esté, respeto la opinión de todos y cada uno de los pilotos en asuntos de seguridad. No me parece correcto el uso que se da del Safety Car ni el camino que se ha tomado con las escapatorias de los circuitos, pero es simplemente porque considero que, o bien no tiene realmente que ver con la integridad de los pilotos (coche de seguridad), o bien lo que ganas por un lado lo pierdes por otro y, por el camino, perjudicas la competición (escapatorias de asfalto).

Pero lo que me cuesta mucho pasar por alto es que Daniil Kvyat nos utilice a los aficionados como pantalla para proteger su argumento, afirmando que la F1 puede hacerse “completamente estéril y segura, pero la cuestión es dónde tenemos que parar”, agregando además que “podríamos jugar con fuego y muchas veces he dicho que cuando salgo a la pista sé que podría ser la última vez. No estoy tratando de ser un héroe ni nada pero, al final, corremos para la gente y la F1 es un espectáculo, por eso es tan popular”.

¿Cómo? ¿Que la Fórmula 1 es tan popular por el componente que tiene de riesgo y el peligro de muerte que lleva implícito? ¿Esta Fórmula 1 se sostiene gracias a los accidentes de María de Villota o Jules Bianchi? ¿Es eso lo que nos mantiene a todos pendientes? ¿Nos sentamos frente a la pantalla en cada sesión, cuadramos días libres en el trabajo para ver el Gran Premio, preparamos viajes durante meses a nuestros lugares de culto, nos gastamos el sueldo en merchandising y mil cosas más, sólo para ver cuándo se producirá un accidente en el que una rueda suelta golpeé la cabeza de un piloto o un monoplaza vuele por los aires y pase rozando el casco de un piloto?

Aún podría llegar a entender que Kvyat nombrara a la prensa (abro paraguas), porque desgraciadamente queda patente que, cuando se produce un accidente fatal -sea cual sea la disciplina-, un nutrido grupo de medios se abalanza en busca de la rápida y fácil atención de sus lectores, televidentes, oyentes o visitantes, sin importar la veracidad, rigor o ética de la información. Por suerte o por desgracia, las redes sociales son una prueba del algodón infalible en estos casos.

"El aficionado sufre con cada desgracia porque forma parte de la familia de las carreras, existe un vínculo con el profesional"

Pero igualmente evidente es que el aficionado sufre con cada fallecimiento o desgracia por la sencilla razón de que el piloto, el mecánico o, en definitiva, cualquier profesional de las carreras, forma parte de una ‘familia’. La familia de las carreras de la que el aficionado es uno más. Existe un vínculo invisible que hace que haya cierta conexión entre los aficionados a las carreras y los pilotos, mecánicos, etc. En parte como consecuencia de la admiración existente hacia ellos, en parte porque el aficionado también es consciente del peligro inherente a la competición. Luego hay otro tipo de aficionado, de pega si queremos definirlo de un modo fácil y simple, que por alguna razón antepone su necesidad de llamar la atención y se presta a la búsqueda del morbo y la carroña (des)informativa. Pero ese es otro tema y Kvyat no habla de ellos porque ni él ni sus compañeros corren para ese tipo de aficionado.

Desconozco si Kvyat dice lo que dice porque lo piensa o porque considera que le conviene a su imagen adoptar ese discurso ‘auténtico’ y rebelde. En realidad me importa bastante poco. Pero no nos falte al respeto a los aficionados, Señor Kvyat. Gracias.

Fotos: Red Bull Content Pool

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