Virutas F1El precio de la gasolina

La Fórmula 1 es una guerra y cualquier espacio sirve de campo de batalla. Durante años, los miembros de Red Bull asistieron por la patilla al Gran Premio de Inglaterra. Ya no, y se lo deben a los límites presupuestarios… y a un empujoncito de un equipo competidor.

El precio de la gasolina
La Fórmula 1 tiene un problema con los combustibles sostenibles.

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Publicado: 20/11/2025 12:00

Las escuderías trabajan de manera infatigable por superar al de al lado y en lo de las regulaciones financieras han encontrado pólvora con la que disparar. La última conocida es que en Mercedes tenían tantas apreturas a la hora de fundir billetes, que no pudieron justificar como gastos llevaderos el comprar entradas para su gente. Cuando dieron el agua, en Red Bull echaron cuentas y tuvieron que quitar esto de las facturas que entran dentro de las limitaciones presupuestarias. La consecuencia fue que dejaron al personal viendo las carreras por la tele. Eso o pasar por taquilla como cualquier hijo de vecino. Ahora los curritos azules se acuerdan de los antepasados más cercanos de los chicos de Brackley, y no para bien.

La última menos conocida es que los equipos se han puesto de acuerdo para otra temática común: el precio de la gasolina. El nuevo combustible respetuoso con el medio ambiente es tan caro, que los equipos han tenido que sacarlo de las restricciones. No hay un precio exacto, pero se estima y especula con que los costes se han incrementado en no menos de 4 o 5 veces, con un precio del litro que podría irse a una cifra por encima de los diez euros. (Ojo, no es una cifra exacta sino una suposición muy aleatoria)

Los técnicos bajan la cabeza y entonan el consabido «quien paga, manda»

FIA, organizador y escuderías han decidido sacar este dispendio de las cuentas porque, a pesar de irse a los 210 millones de dólares por temporada (unos 201 de euros), el disparatado coste de la sopa energética, su traslado, almacenaje y manipulación desencuadernaba sus cuentas. Todos estuvieron de acuerdo, lo que parece validar que, sea cual sea su composición exacta, proveedor u origen, el coste de ser eco-aceptable es carísimo. Pero hay más.

En la última reunión de equipos y rectores de la especialidad, han sacado de la hucha a gastar cada año los gastos de catering dentro y fuera de fábrica. Los menús de los curritos, las pipas y altramuces que ponen en los hospitalities en los circuitos salen de las restricciones presupuestarias aunque afecten de forma directa o indirecta al rendimiento de los coches.

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Alguien se preguntará: «¿Altramuces, cacahueses, coches?, ¿cuál es el chiste?». Pues el chiste reside en que todo aquello que circunde la actividad de los implicados en mejoras en los monoplazas es aplicable a estas limitaciones. No hay que olvidar la mala tarde que pasó el contable de Aston Martin aquel 28 de octubre de 2022. Azorado y con la cara amarilla, no sabía de qué cajón sacar los 388.800 euros que le pidió la dirección de la escudería para abonar una inesperada multa.

Tal y como viene haciendo en los últimos años, en 2021 Lawrence Stroll abrió la cartera de par en par con la finalidad de ir generando un equipo ganador. El viaje es largo, y necesitaba de muchas cosas en sus alforjas de las que no disponía en 2020. En su anterior vida como Racing Point la formación no estaba ni de lejos dotada como lo está hoy (Racing Point, vaya nombre más aburrido, pardiez).

Empleados de Aston Martin trabajan en las dependencias del Campus Tecnológico de Silverstone

El problema para los hombrecillos verdes de la contabilidad es que Stroll se hinchó a comprar muebles de diseño, lo que generó una factura de grandes proporciones. Esto no fue el problema. Lo fue que ese mobiliario fueran sillas, mesas, percheros, papeleras y chirimbolos de oficina destinados a acomodar a los ingenieros que desarrollaban el coche. En FIA interpretaron que todo lo que fuera añadir confort a los empleados o beneficios físicos, como el gimnasio o lo relacionado con su manutención —los menús, las cafeteras de los pasillos o las máquinas expendedoras—, significaba añadir prestaciones al coche.

En los equipos piensan que esto es un poco rebuscado, y se está estudiando corregir esos puntos, así que sale. Otra cosa son los nuevos ordenadores y el equipamiento de trabajo, que sigue dentro del budget cap, y eso sí aporta performance. En realidad, lo de Aston Martin fue más una mala interpretación que una maldad real, lo que no quitó la multa y la colleja pública. Como dijera el emérito, «no volverá a pasar más», y en lo sucesivo montarán su verde apartamento con muebles de Ikea, que son más baratos; con tanto ingeniero en la sede, no se van a liar para montarlos.

Donde más se alegran del incremento en la capacidad de gasto es en Hinwil. Los suizos, en lo sucesivo denominados Audi, tienen un problema doble o puede que triple. Están lejos de todo el cotarro —Oxford—, el idioma que los rodea es el alemán, lengua poco transitada por el ingeniero promedio de la F1, y tienen que crecer mucho y muy rápido si quieren estar a la altura de los mejores. Esto son bagatelas sin afección a lo de los cuartos.

Su verdadero quebradero de cabeza es que Suiza es un planeta aparte. No es técnicamente Europa, tienen regulaciones muy distintas y atienden a una economía que no tiene nada que ver con la de su entorno. Allí todo cuesta… pues como el doble. Eso del doble es un cálculo de trazo grueso, pero nóminas, seguros, utillaje o proveedores de bienes y servicios locales cuestan más que al resto, bastante más.

Es la razón por la que tendrán unos límites presupuestarios de manga ancha, con algo más de €$pacio visto desde fuera, pero que se comprimirá bajo la pesada atmósfera helvética. Las ruedas y la gasolina les costarán lo mismo que al resto, porque llegan desde fuera, pero todo lo demás es mucho más caro y hay que entenderlo.

Más cosas. A aquellos que no lleguen al budget cap se les permitirá pasar capacidad de gasto del año en curso al siguiente, con un máximo de dos millones. Y un cambio técnico reciente: los coches volverán a tener aleta de tiburón, pero no por cuestiones técnicas, sino publicitarias. La jugada no ha sentado del todo bien a los ingenieros, que en muchos casos tenían muy definida la zaga.

El apéndice añade peso y puede trastocar cálculos ya ejecutados. Existen varios cambios técnicos de última hora que se han introducido en pro del espacio comercial, el marketing y la imagen de los equipos: marketing puro y duro, sin importar qué pueda afectar a las prestaciones. Pero los técnicos bajan la cabeza y entonan el consabido «quien paga, manda», sin más. En un momento en que los equipos están multiplicando su valor, seguro que los que estén o quieran estar ahí, van a pagar mucho.

El negocio va bien, los equipos ganan pasta, y el problema es que no pueden gastarla como les gustaría. Que le pregunten a Mercedes, Red Bull o Ferrari, que son equipos ganadores, con motor propio, y no pueden echarle el guante a McLaren, un equipo cliente que hace unos años cerraba la parrilla. Si alguien pregunta de qué han servido los límites presupuestarios, que no pregunte a los tres primeros, porque se les va a poner la cara de color Maranello.

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