
Los inversores privados ignoran a Europa y se lanzan al petróleo con 26.000 millones de euros
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La energía osmótica, con décadas de desarrollo y avances tecnológicos recientes, emerge como una fuente prometedora de energía limpia. Desde las primeras ideas en 1954 hasta las plantas piloto actuales, su potencial para transformar la producción energética es notable.
A medida que el mundo busca alternativas sostenibles para la generación de energía, la energía osmótica se perfila como una opción prometedora.
Esta tecnología, aunque aún en sus primeras etapas de desarrollo, ha captado la atención de científicos y empresas por su capacidad para producir energía limpia a partir de un recurso abundante y renovable: la mezcla de agua dulce y salada.
La energía osmótica, también conocida como energía azul, es una fuente de energía renovable que se obtiene aprovechando la diferencia de salinidad entre el agua de mar (con mayor concentración de sales) y el agua de los ríos (con menor concentración de sales).
El proceso se basa en la ósmosis, un fenómeno en el que el agua fluye de forma natural desde una solución con menor concentración de solutos (agua dulce) hacia una solución con mayor concentración de solutos (agua salada), a través de una membrana semipermeable que permite el paso del agua pero no de las sales.
En una planta de energía osmótica, el agua de mar y el agua dulce se sitúan a ambos lados de una membrana semipermeable. La diferencia de concentración de sales crea una presión osmótica que empuja el agua dulce hacia el lado del agua salada. Esta presión puede utilizarse para accionar una turbina y generar electricidad.
Existen varios métodos para aprovechar esta energía, siendo estos los más conocidos:
No se puede atribuir la creación de la energía osmótica a una sola persona, ya que su desarrollo ha sido el resultado del trabajo de muchos investigadores a lo largo de varias décadas. Sin embargo, podemos destacar algunos hitos importantes.
En 1954, el científico australiano Frank Morton Pattle propuso por primera vez la idea de utilizar la energía osmótica para generar electricidad. En 1973, el profesor Sidney Loeb, de la Universidad Ben-Gurion de Negev en Israel, desarrolló el método de ósmosis por presión retardada (PRO), uno de los métodos más utilizados para generar energía osmótica.
En 2014, la empresa noruega Statkraft puso en marcha el primer prototipo de planta de energía osmótica del mundo en Hurum, Noruega. Dos años más tarde, investigadores del EPFL (Escuela Politécnica Federal de Lausana) en Suiza desarrollaron una membrana ultradelgada de disulfuro de molibdeno (MoS2), que permite una mayor eficiencia en la generación de energía osmótica.
En la actualidad, la energía osmótica todavía se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo, pero se están realizando investigaciones y construyendo plantas piloto en todo el mundo. Se espera que la energía osmótica pueda jugar un papel importante en la producción de energía limpia y sostenible en el futuro.
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