¿Qué es el combustible sintético?
El vehículo eléctrico se ha adueñado de la bandera de la descarbonización y reivindica su posición preponderante como alternativa al motor de combustión, pero se vislumbra en el horizonte una nueva opción.
Desde hace unos años, marcas como Audi y Bosch están investigando con carburantes alternativos al diésel y la gasolina tradicionales. Ello les ha llevado a producir las primeras cantidades de lo que se denomina combustible sintético o e-fuel, que en esencia ofrece similares resultados, pero que se obtiene a partir de un proceso muy diferente.
Respetuoso con el medio ambiente
Algunos de los principales problemas que plantean la gasolina y el diésel convencionales son la contaminación que genera su producción y uso, así como la cada vez mayor escasez de los recursos naturales necesarios, principalmente el petróleo. Los combustibles sintéticos prescinden de esos recursos, así como de sus contaminantes procesos y, además, se producen en plantas operativas con energías renovables.
Hay tres tipos de procesos de elaboración: la licuefacción directa del carbón (obtención de hidrocarburos líquidos), la producción de gas de síntesis (obtención de combustible gaseoso) y esta misma seguida de la síntesis de metanol. Igualmente, se utilizan tres tipos de materia prima: carbón, gas natural o biomasa.
Poniendo como ejemplo el proceso de fabricación más común, la producción de gas de síntesis, son necesarios tres elementos: agua, carbono y electricidad. Del agua se extrae el hidrógeno y se combina con el carbono procedente del CO2 presente en la atmósfera o el que la propia fábrica genera. Y, como hemos comentado, la electricidad proviene de métodos renovables. También prescinden de elementos nocivos como el azufre y el benceno.
Carbono neutro
Aunque este tipo de combustibles necesita aún años de desarrollo para convertirse en una opción comercialmente viable, los resultados actuales ya son esperanzadores y se consiguen combustibles con índices de octano (propiedades antidetonantes) superiores a los de la gasolina y diésel tradicionales.
Los coches actuales tampoco necesitarían necesariamente adaptación a estos combustibles, pues cuentan con las mismas propiedades e incluso generan similares emisiones, que se ven compensadas en el proceso de fabricación, pues éste utiliza el CO2 causante del efecto invernadero, eliminando así la cantidad que posteriormente emitirá como resultado de su combustión.
Las estimaciones actuales hablan de un coste aproximado de entre 1 y 1,40 euros por litro, por lo que ya se trata de un precio muy prometedor de cara al futuro y que sin duda ofrecería a los motores de combustión una importante tabla de salvación ante un futuro que en estos momentos parece muy incierto. Incluso, la Fórmula 1 ha comenzado ya a realizar investigaciones sobre su uso en la competición, algo que de confirmarse supondría un importante espaldarazo a su desarrollo.