Toyota avanza con su motor de hidrógeno, su motor tipo 'turbo' aprovecha cada gota del combustible
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Descubre los diferentes tipos de motores de combustión utilizados en la industria automotriz. Desde los tradicionales motores de gasolina y diésel hasta los avanzados motores híbridos, exploraremos su funcionamiento y características clave en este artículo.
Desde hace unos años, los motores de combustión tradicionales han comenzado a tener competencia en los híbridos y eléctricos, por lo que el mercado ofrece ya una cantidad considerable de propulsores de diferentes tipos.
Centrándonos en el motor de combustión, las opciones son igualmente variadas, pues podemos encontrar diferentes alternativas en relación a la disposición y el número de cilindros o el combustible que utilizan para generar energía y movimiento. Ello variará en función de lo que se quiere conseguir. Desde la vía económica a la puramente prestacional, pasando por diferentes fórmulas más o menos compensadas.
Antes de comenzar con los diferentes tipos, merece la pena hacer referencia al motor rotativo o tipo Wankel, que ya cuenta con un apartado específico en este diccionario de términos del motor.
Estos motores requieren de una chispa -generada por la bujía- para encender el combustible, por lo que son denominados motores de explosión.
Pueden ser de dos o cuatro tiempos, siendo esta segunda opción la más común en los vehículos, aunque la primera sigue siendo una alternativa habitual en ciclomotores y máquinas industriales.
Dichas denominaciones hacen referencia al número de fases en el proceso de funcionamiento. En el caso de los cuatro tiempos, tenemos admisión, compresión, expansión y escape, debiendo completar el cigüeñal dos vueltas.
Si hablamos de los motores de dos tiempos, se producen en un mismo movimiento ascendente del pistón la admisión y la compresión, realizándose el ciclo de expansión y escape en el movimiento descendente.
Este tipo de motores utilizan gasóleo, que no puede prenderse con chispa y, por tanto, utiliza la presión para encender la mezcla de aire y combustible. Debido a ello, la relación de compresión (número que determina la proporción de compresión de la mezcla dentro del cilindro) es muy superior en estos motores.
Los motores diésel suelen ser más eficientes que los gasolina, aunque como contrapartida requieren sistemas de reducción de emisiones más eficientes. Expulsan más óxidos de nitrógeno (NOX) y generan más carbonilla (hollín resultante de una quema ineficiente del combustible).
En el caso de los motores diésel, además de la ausencia de chispa en el encendido, el combustible se inyecta en la parte final de la fase de compresión.
Cada vez es más común ver coches con motor de gasolina y GNC (gas natural comprimido) o GLP (gas licuado de petróleo). Estos generan menos óxidos de nitrógeno.
Es la disposición más habitual, puesto que la mayor parte de los coches actuales utiliza un motor de cuatro cilindros situados en línea, aunque se están comenzando a popularizar mucho los de tres cilindros.
Esta disposición es utilizada para propulsores de mayor cilindrada y disponen de dos bancadas de cilindros (6,8,10,12, etc, aunque también se pueden encontrar en disposición impar) situadas en forma de V con una inclinación variable en función de cada fabricante, aunque los 90º suelen ser los más comunes. Dicha elección determina, entre otras cosas, el centro de gravedad del bloque motor.
Tanto la disposición tradicional en V como sus variantes VR (ángulo muy cerrado con una única culata) y W (dos motores en V unidos) suelen ser más compactos, equilibrados y refinados que los motores en línea.
Este tipo de propulsor es poco común, siendo coto casi exclusivo de Porsche y Subaru. Los pistones se colocan en posición horizontal y quedan dispuestos en dos bancos a ambos lados de un único cigüeñal, recordando su movimiento al de un boxeador.
Tanto los motores gasolina como diésel -así como en los dispuestos en línea, en V o boxer- pueden ser atmosféricos o turboalimentados. Los primeros aspiran el aire a presión ambiental mientras que los segundos utilizan un turbocompresor para hacerlo de manera forzada, lo que permite aumentar la potencia, así como la respuesta a bajo y medio régimen.
Ello se debe a que la mayor presencia de oxígeno permite quemar más combustible en la cámara de combustión de igual o menor tamaño que en un motor atmosférico. La presión de soplado habitual en los motores turbo es de entre 0,7 y 0,9 bares superior a la atmosférica. En cualquier caso, cuanto más prestacional sea el vehículo, mayor será la presión de soplado del motor.
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