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Virutas F1La 'silly season': El deseo y la necesidad

No existe una Guardia Civil de tráfico para los accidentes mentales. Ningún uniformado extenderá un atestado del choque de un deseo loable contra la sólida realidad. Lo primero es maleable, pero lo segundo tiende a ser tan consistente como el blindaje de un tanque Leopard fabricado en Alemania… y están ocurriendo muchos de estos accidentes.

11 min. lectura

Publicado: 12/07/2017 18:30

En la primera temporada en que alguien se le sube a las barbas a Mercedes desde el advenimiento del motor turbohíbrido, la mayoría de las miradas están justo fuera de las pistas, donde periodistas y observadores se lo están pasando como los enanos a cuenta de rumores, noticias, mentidos y desmentidos.

Directores de equipos que se fichan y desfichan como a futbolistas de primera, tiras y aflojas de circuitos históricos, pistas que se marchan y otras que llegan, exyugoslavos que quieren meterse en el jaleo de montar un equipo, grandes marcas que piden precio, unos nuevos propietarios que tiran de la alfombra y algunos de sus habitantes verticales se tambalean Pero lo que más agitado está en base a apenas dos o tres protagonistas es el mercado de fichajes.

La Silly Season de este año ha comenzado desde apenas la segunda carrera, cuando se vio la incapacidad azul de seguir la estela de Ferrari y Mercedes, y el desastre de McLaren-Honda. Si a esto añadimos el no avance de Toro Rosso, anclados a la ascensórica zona del final del reparto de puntos, unos Williams que no dejan de perder pie desde que Toto Wolff dejó su accionariado, y un Renault que no acaba de explotar, tenemos a algún que otro equipo con necesidades y otros sin ellas.

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En el deseo de muchos aficionados está ir plantando a su piloto favorito en el mejor asiento disponible, pero pocos tienen claro que ni ellos ni ‘sus hombres’ suelen decidir dónde sentarse. Esa tarea pertenece exclusivamente a las escuderías. Son los equipos los que contratan, y de forma solidaria, es la parte contratante de la segunda parte la que decide contratar a esta segunda parte, y no al revés. Los pilotos no van a dónde quieren, sino a dónde los necesitan.

Un piloto puede traer pasta, atraerla, o ganarla, pero siempre terminará necesitando ser rentable

Un piloto es un activo más de una compañía, una pieza fundamental de un mecanismo complejo que igual que llegan también se pueden marchar. Aterrizan para completar un proyecto y se les elige por sus características, condiciones, pasado, grado de mediaticidad, aportaciones dinerarias, etc. Un piloto puede traer pasta, atraerla, o ganarla, pero siempre terminará necesitando ser rentable para una compañía que cada final de año tiene que cerrar sus cuentas con el banco, Hacienda, y sus empleados; si esto no funciona, no funcionará todo lo demás.

Fernando Alonso es, posiblemente, la pieza clave del mercado de pilotos de este año. Al menos la que más expectación está levantando.

Muchos quieren ver a Fernando Alonso, Max Verstappen, Daniel Ricciardo, Kimi Raikkonen o incluso Charles Leclerc vestidos con colores alternativos a los actuales pero pocos piensan en si en los destinos elegidos les necesitan o no.

A día de hoy un piloto apenas marca diferencias. No las marca. Las marca en igualdad de condiciones, cuando tiene el mejor coche y cuando luche en igualdad de condiciones contra un compañero, o contra un enemigo con un coche de prestaciones muy similares. Un megacrack necesitará mucha suerte, estar muy acertado en todas las carreras, y que se alinee medio universo para poder ganar un título con un coche que sea medio segundo más lento que el mejor de todos ellos.

Ahí sí podría existir esta posibilidad, pero con las diferencias actuales, el grado y cadencia de desarrollo de los equipos punteros, crear un entorchado con un coche un escalón por debajo es casi imposible. Esto estuvo a punto de hacerlo Alonso en 2012, pero ni antes, ni después, o no al menos con un monoplaza que estuviera un poco más cerca de sus oponentes más veloces.

Nadie debería menospreciar a Valtteri Bottas, pero no existe casa de apuestas en el mundo, ni observador por muy optimista que sea, que le conceda el título de este año estando Lewis Hamilton en su mismo equipo. Mucho respeto por el finés pero no está dentro del halo mágico de los tocados con la capacidad de ganar carreras que no deberían haber ganado. Fernando o Lewis si están dentro de ese diagrama de Venn, pero sin un coche adecuado no podrían ganar. Bottas no es de esos y está ganando carreras. Pocos deberían dudar de que de seguir en Williams estaría muy lejos, con las mismas manos, de poder lograrlo.

Si quieres ganar, necesitas uno de esos dos coches: uno rojo o uno plateado

El de Oviedo tiene un coche en conjunto malo, a entre dos y tres segundos de la cabeza, y esto no lo salta ni con una catapulta. Pero ojo, con un Williams tampoco, con un Renault menos, y con un Force India puede que alcanzase de manera puntual el pódium pero que se olvide de hacerlo con frecuencia. Esta ecuación es aplicable a Max, Lewis, Ricciardo o el que quieras por muy bueno que sea. Si quieres ganar, necesitas uno de esos dos coches: uno rojo o uno plateado.

La hot potato se pasa ahora a unos equipos que sentarán a quien les parezca oportuno en función de sus necesidades; en los grandes por posibilidades no es. En Ferrari sonríen mirando hacia abajo y parecen haber atinado este año con un motor extraordinario y una aerodinámica muy pulida. De forma nada sorprendente las inversiones del capo Sergio Marchionne han funcionado y los resultados han acabado llegando. Tienen cinco títulos conduciendo sus coches y si acaban ganando nadie se querrá ir de allí.

Ferrari tiene que renovar el contrato de sus dos pilotos para 2018... o contratar a unos nuevos. Kimi Räikkönen es quien más peligro corre.

Si lo palman a Vettel, que aún no ha renovado para 2018, puede que se le acabe la paciencia y quiera abandonar el barco con presteza como ya hizo en Red Bull cuando dejó de ganar, y Kimi está en el alero. Cuando ganas un título de pilotos sueles consagrar la temporada siguiente a tu campeón en una luna de miel prolongada, pero si lo palmas, pueden llegar cambios para enmendar la situación. Al final del verano se estará cerca de ver que posibilidades tiene cada equipo y será el momento de retintar firmas, papeles y demás, y la sospecha es que Sebas no pondrá su nombre sobre la línea de puntos hasta ver como va digiriendo su coche las sucesivas actualizaciones para sujetar a un Lewis sorprendentemente flojo de resultados este año (nueve pruebas, tres victorias).

Mercedes gana carreras con un segundo piloto, cosa que no ocurre en Ferrari, pero en un día acertado de Raikkonen podría ocurrir. El finés tiene menos de la mitad de puntos que su socio, ha hecho una sola pole, no acumula triunfo alguno y rara vez ha estado por delante de su amigo del bádminton. Con un gran coche, Kimi bien podría ser sustituido para que la formación recaude resultados similares a Mercedes con su segundo piloto. Los italianos no necesitarían un Campeón para moverle el asiento al Hombre de Hielo, sino un tío cumplidor.

Checo, Sainz, Ricciardo o incluso, ojo, Charles Leclerc, bien encajarían con ese patrón. Unos mejor que otros pero tampoco nadie veía a Bottas en Mercedes y sin embargo tiene dos victorias por tres de Lewis, y un pódium más que el tricampeón, seis. Un piloto medianero con ese coche cumpliría con creces con la tarea asignada de recaudar puntos, llevar el coche hasta el cajón, y proteger a su líder. ¿Necesitan Mercedes o Ferrari a un tipo como Alonso o Verstappen? La respuesta evidente es no. Añadiría calidad, obviamente, pero el beneficio neto no cambiaría en gran medida el destino del equipo.

Cuando Lauda o Marchionne dicen que no están interesados en Alonso dicen la verdad, porque no le necesitan

El actual reparto de primer piloto un fuera de serie, y acompañarle de un correcto escudero sin la necesidad de meter a dos gallos en el mismo corral, ni desmadres a nivel interno, funciona. Cuando Lauda o Marchionne dicen que no están interesados en Alonso dicen la verdad, porque aunque les vendrían bien no le necesitan. Otra cosa es que alguno de sus primeros espadas decidan plegar velas.

¿Velas? Es verano. Barquitos. Playas. Tiempo de pensar, de tomar decisiones. Me vuelvo a mi mojito, que ya se volverán otros a sus calculadoras. Los agentes del tráfico mental miran aburridos a su refresco.

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