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¿Qué es la transmisión de un coche?

La transmisión es vital en los vehículos, transmitiendo la potencia del motor a las ruedas. Desde la manual hasta la automática, exploraremos sus tipos y funciones para optimizar el rendimiento y la eficiencia del vehículo.

¿Qué es la transmisión de un coche?

6 min. lectura

Publicado: 11/09/2019 16:42

La potencia que todo motor es capaz de generar debe ser transmitida a las ruedas para que el vehículo en el que va instalado pueda moverse por sí mismo.

Esa transferencia de energía es posible gracias a la transmisión, que está formada por una serie de componentes que tienen como función trasladar la potencia desde el cigüeñal.

Elementos que forman la transmisión

Embrague: Esta pieza se encarga de acoplar o desacoplar el giro del motor de forma que el movimiento se produzca de manera sincronizada y suave.

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Está ubicado entre el volante de inercia y la caja de velocidades y hay varios tipos: de disco, de muelles, de fricción, hidráulico y electromagnético.

Caja de velocidades: Aumenta o disminuye las revoluciones de giro del propulsor para así poder aprovechar al máximo el mismo. Puede ser manual o automática.

Árbol de transmisión: Va unido a la caja de cambios y al piñón del grupo cónico-diferencial, aunque no todos los vehículos lo incorporan.

Grupo cónico-diferencial: El movimiento generado por el embrague y la caja de cambios llega al árbol de transmisión, que conecta con los palieres mediante este elemento.

Se encarga de mantener constante la suma de velocidades generadas por las ruedas motrices, permitiendo así que durante las curvas las ruedas exteriores giren más que las interiores. De este modo se evita el patinaje.

Palieres: Estos elementos trasladan el movimiento directamente a las ruedas motrices y también pueden denominarse semiárboles de transmisión.

Transmisión manual y automática

La primera no puede modificar la relación de transmisión por sí misma, pues es el conductor quien debe hacerlo a través de la palanca de cambios.

Su mecanismo es más simple, barato y sencillo de reparar, y consta de una serie de piñones que giran a distinta velocidad sobre tres ejes: el de entrada, el intermedio y el de salida.

El primero recibe el la fuerza del motor a través del embrague y lo transmite al eje intermedio, que posteriormente lo traslada al de salida.

Los sincronizadores se encargan de que la transición se produzca suavemente, siendo activados por la palanca de cambios. El conductor también pisa el pedal de embrague para desacoplar el giro del motor durante el proceso.

Palanca de cambios de una transmisión automática.

En cambio, en el sistema automático los piñones son sustituidos por engranajes planetarios ya engranados entre sí. Un conjunto de embragues y frenos controlan los componentes que giran, modificando así la entrada y salida del conjunto.

Un convertidor de par sustituye al embrague, aunque su función es muy similar, pues conecta y desconecta la potencia del motor, además de encargarse de impulsar la bomba de fluido de la transmisión, que es la encargada de activar los embragues y frenos anteriormente mencionados.

Mantenimiento y posibles averías

Aunque se trata de uno de los elementos del motor más resistentes, el paso del tiempo o un mal uso pueden desgastar o dañar sus componentes.

Generalmente, las juntas y los árboles de transmisión son objeto de mayor atención en las revisiones, pues están más desprotegidos y pueden agarrotarse por acción de los elementos externos.

Algunas acciones que contribuyen a alargar la duración de la transmisión son:

  • Cambiar el aceite de la transmisión según consejo del fabricante, que suele indicar alrededor de 60 000 kilómetros. Hacer lo mismo con el de la caja de cambios, que se suele reemplazar cada 30 000 kilómetros.
  • Mantener calibrados y en buen estado los neumáticos, además de evitar cargar en exceso el vehículo.
  • Comprobar que el sistema de refrigeración funciona correctamente para evitar sobrecalentamiento.
  • No abusar del embrague y pisarlo siempre a fondo para prevenir un castigo excesivo.
  • En el caso de las transmisiones automáticas, intentar evitar patinaje sobre superficie deslizante para evitar sobrecalentamiento del sistema, procurando además no permanecer mucho tiempo parados para que la temperatura del aceite no sobrepase los niveles adecuados.

Algunos de los síntomas de avería que podemos experimentar son los siguientes:

  • Ruido metálico al girar: junta desgastada que provoca holgura en el anclaje.
  • Vibraciones en línea recta: desequilibrio del palier.
  • Zumbidos al acelerar o detener el vehículo: problemas en el diferencial por desajuste o desgaste de los rodamientos.
  • Patinaje o falta de aceleración de la caja automática: bajo nivel de aceite.

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