¿Navidad sin coche nuevo? El truco de las marcas para evitar multas de CO2 (salvo si es eléctrico)
Si estás pensando comprar coche antes de 2025, y te han prometido entregarlo antes de finales de año, ándate con...
La promoción de medidas anticontaminantes en Europa durante la década de los años 90 propició la aparición del elemento de recirculación de los gases de escape (Exhaust Gas Recirculation en inglés), o lo que es lo mismo: la válvula EGR.
Cualquier vehículo a motor emite gases derivados de la combustión del mismo. Generalmente estos son contaminantes al incluir hidrocarburos (HC), óxidos de carbono (CO) y óxidos de nitrógeno (NOX). Los dos primeros son tratados por el catalizador, pero es la válvula EGR la que registra y controla los niveles de los terceros.
La válvula EGR se encuentra en la práctica totalidad de los vehículos diésel y cada vez es más común encontrarla también en los gasolina. Suele colocarse entre el colector de admisión y el del escape, haciendo las veces de comunicador y permitiendo que parte de los gases vuelvan a la cámara de combustión para quemarse de nuevo. De ese modo, se produce un descenso de la temperatura de combustión, lo que permite disminuir los niveles de NOX que escapan al exterior.
La válvula EGR varía su apertura en función de lo que indique la unidad de control del motor tras analizar diversos parámetros: temperatura, demanda de aceleración y régimen de giro del motor. Cuando dicho propulsor está aún frío o el conductor requiere mucha potencia, la válvula no entra en funcionamiento, ya que el mismo implica una ligera pérdida de fuerza.
En función del tipo de motor, la válvula EGR puede ser más o menos efectiva a la hora de disminuir las emisiones.
Neumáticas: fueron las primeras en utilizarse y disponen de un muelle que empuja una membrana encargada de abrir o cerrar la válvula cuando la varilla situada en su extremo recibe presión suficiente a través de una electroválvula controlada por la unidad electrónica del motor. Dicho efecto es generado por una bomba de vacío en los motores diésel y por el colector de admisión en el caso de los gasolina.
Algunos modelos incorporan un captador de temperatura para mejorar su control y otros cuentan con una válvula electrónica y la EGR acoplada como una sola pieza, en cuyo caso se denomina convertidor EGR.
Electrónicas: ante la necesidad de obtener un mejor control de los gases, surgieron este tipo de válvulas más sofisticadas. Sustituyen la bomba de vacío por un sistema parecido al de las bombas electrónicas presentes en los motores diésel de inyección directa, lo que permite que trabajen de forma autónoma.
Esta bomba dispone de sensores y potenciómetros para verificar que se cumplen los parámetros indicados por la unidad de control del motor, que envía la corriente a una bobina para abrir o cerrar el paso de los gases.
Especialmente en los motores diésel, la exposición a elevadas temperaturas, fallos en elementos electrónicos o la acumulación de carbonilla y aceite pueden provocar averías costosas en la válvula EGR.
La principal causa suele ser la suciedad proveniente de los gases de escape, debido a que los trayectos en ciudad obligan a la válvula a funcionar durante mucho tiempo, impidiendo que se alcance una presión adecuada para mantener limpia la válvula y los conductos de escape y admisión.
Además, una insuficiente sustitución de los filtros de aire y combustible o inyectores sucios dificultan la recirculación de los gases, entorpeciendo su normal funcionamiento. Al igual que los restos de aceite, por un exceso de presencia del mismo en los gases de recirculación, lo que puede venir provocado por un tubo del turbo obstruido, un fallo en el sistema de purga del cigüeñal o desgaste de los cojinetes.
Varios pueden ser los indicadores que anticipen una avería en la válvula EGR. Entre ellos encontramos un arranque errático, agarrotamientos mecánicos, falta de potencia, exceso de humos, tirones, mayor consumo, ahogo del motor, etc.
Si la válvula EGR se queda abierta, provoca una deficiente combustión, por lo que se debe comprobar que el émbolo permanece abierto cuando arrancamos el motor con el freno de mano puesto.
Por el contrario, si queda permanentemente cerrada, los niveles de óxido de nitrógeno y los humos aumentan. En este caso, haremos la misma operación, pero acelerando y calentando el motor para ver si la válvula se abre o no.
En el caso de las válvulas electrónicas, un testigo situado en el cuadro de mandos nos avisará de su funcionamiento deficiente. No así en el de las neumáticas. Independientemente de ello, cuando la válvula está en funcionamiento genera un ruido característico que sirve de pista.
Un modo de prevenir problemas con la válvula EGR es realizar de manera ocasional la siguiente operación: aumentar las revoluciones del motor en marchas cortas y con el motor caliente, permitiendo así una respiración óptima, así como la expulsión adecuada de la suciedad depositada en la misma.
¿Quieres saber más? No te pierdas estos artículos relacionados con el término Válvula EGR
Si estás pensando comprar coche antes de 2025, y te han prometido entregarlo antes de finales de año, ándate con...
Stellantis tiene importantes frentes abiertos, y parece que uno de los más importantes con miles de afectados en Peugeot y...
La llegada de los nuevos límites de emisiones de CO2 en Europa va a tener importantes consecuencias en el mercado...
Hace tres años y medio, Toyota sorprendía al mundo al presentar su primer motor de combustión de hidrógeno. La marca...
Los propietarios de los dos últimos superdeportivos de Lamborghini pueden tener un problema. Todo depende de cómo encajen que los...